26/11/11

Álbum de fotos

Walter, Viktor y Stella, asistieron a
 la escuela primaria Volksschule,
muy cerca de su casa en
Czerninplatz. 

El 17 de diciembre de 1941,
Viktor contrae matrimonio con Tilly Grosser.
 
En el mes de noviembre de 1945, el Dr. Frankl
reconstruye totalmente su manuscrito  de lo que

 fuera su primer libro y que le fue arrebatado 
al entrar al campo de concentración.

En julio 18 de 1947, se casó
por segunda vez con Elly (Eleonore Schwindt).

Foto tomada en Melbourne, Australia, en 1958.
En ella, Viktor, su hermana Stella, su
 esposo Walter Bondy y sus dos hijos. 
Viktor con una de sus dos nietas



Películas basadas en los campos de concentración





22/11/11

El cristianismo

La decisión de quedarme con mis padres la tomé en base a la siguiente anécdota: salí un rato a reflexionar y al volver a casa observé un pedazo de mármol sobre la mesa. Le pregunté a mi padre qué era aquello. Él me explicó que era un escombro procedente de una de las sinagogas que habían sido quemadas, formaba parte de una de las tablas de los mandamientos y estaban grabados en ella los signos en hebreo del mandamiento de honrar a los padres para vivir más tiempo en la tierra..., así que me quedé en la tierra, junto a mis padres y dejé caducar el visado para los Estados Unidos. Semanas después, mi familia y yo fuimos deportados al completo.
Durante una de nuestras labores, me vino la imagen de mi esposa a la cabeza. Me embargó un estado de embriaguez nostálgica que me petrificó, y entonces comprendí el significado de la frase “Los ángeles se abandonan en la contemplación eterna de la gloria.” Su significado es que la salvación del hombre es posible en el amor y a través del amor, como es citado en el Mandamiento del Amor de la religión cristiana. Además, también me siento identificado con el versículo del Cantar de los Cantares 8,6, que dice: “Sella conmigo tu corazón... Pues fuerte como la muerte es el amor”, que quiere decir que el amor, aún en circunstancias mortales, es más que infinito y siempre estás junto al ser querido.

También perecieron durante el holoclausto católicos, cristianos, musulmanes... Como suelo decir, no todas las víctimas fueron judíos, poro todos los judíos fueron víctimas. No es lo mismo, por supuesto, ser católico que judío, sin embargo, en homenaje a
todas las víctimas me resultará fácil descubrir un punto de encuentro: ambos rezamos al Dios de Abraham. Pues al Dios de Abraham, rico en misericordia, que devuelve bien por mal, humildemente le suplico que se digne conceder una nueva primavera de paz a esta atribulada humanidad.


El más allá / la otra vida

En el campo de concentración en el que estábamos, la muerte era algo que se veía a diario, ya no infundia pena ni dolor. Era algo frío y normal, e incluso provechoso para otros. Todos teníamos una visión irreal de ese día a día, pensábamos en cosas cotidianas que eran lo que deseabamos con más anhelo, como unos simples dulces o cigarrillos.
En cambio, cuando pensaba en la posibilidad de la muerte de Tilly, nunca dudé de que su espíritu permanecería siempre conmigo. Nada pudo afectar a la fuerza de mi amor y a la entrega que sentí por ella.



La religión como sentido de la vida

Los prisioneros rogaban a Dios ser liberados especialmente en sus peores momentos. Pienso que estoy muy ligado a Él y a la religión judía. Cuando no sabía que hacer para dar respuesta a mis preguntas, me arrodillaba y le pedía a Dios las fuerzas necesarias para superar todo aquello.
Recuerdo a un amigo mío que durante su agonía trataba inútilmente de rezar, ya que no era capaz de acordarse de ninguna oración. Para no sucumbir estos ataques de delirio, todos intentamos permanecer despiertos la mayor parte de la noche.

21/11/11

El mayor dolor de mi vida

«Para Harry o Marión, que no han nacido todavía»
La última vez que vi a mi madre fue cuando se subió al tren que le conduciría directa a las cámaras de gas unos días después. Tras ser liberado de Auschwitz, me enteré que ni siquiera logró pasar la primera selección de presos. Recuerdo que le pedí su bendición. Ella me la dio ahogada en la pena. Después de eso sentí uno de los muchos dolores que pude sentir a lo largo de mi existencia. También me destrozó saber que Tilly y que nuestro hijo, aún en su vientre la última vez que la vi, habían muerto. Supe que le hicieron abortar y después la mataron. Tanto dolor hizo plantearme, esta vez fuera de la alambrada del campo, la idea de suicidarme. La decisión de acabar de redactar el manuscrito que había estado reconstruyendo, durante mi estancia en el campo, con la ayuda de mi amigo Paul Polak, me ayudó a sobreponerme. Gracias a él, conseguí trabajo de sustitución en neurología y conocí, de esta manera, a una enfermera con la que terminé casándome en 1947. Logré publicar al fin mi libro, "Psicoterapia y humanismo", que está dedicado al hijo que no pude tener pero que siempre querré.

Entrevista al prisionero



1.¿Tiene para usted sentido la vida?
Para mí esa pregunta que me he planteado tantas veces a lo largo de mi vida tiene como respuesta un rotundo sí.
2. ¿En qué difiere el sentido de la vida?
Difiere de un hombre a otro, de un momento a otro y de forma y manera que resulta imposible definir el sentido de la vida en términos abstractos.


3. ¿Cómo se oscurece el sentido de la vida en las situaciones del campo de concentración?
En vez de aceptar las dificultades del campo como una prueba de entereza humana, juzgaba mi situación como un error o un parentesis del destino, como algo privado de cualquier consistencia existencial. A veces era preferible cerrar los ojos y refugiarse en el pasado.


4.¿En qué consiste para usted el sentido de la vida?
Consiste en saber mantener la capacidad de elección en una situación extrema como la mía en el campo de concentración. A veces miré a la muerte con desdén, con un horror para mí soportable ya que me daba mayor pavor enfrentarme día a día a aquella vida en campo. La primera noche que pasé en Aushwitz, tuve la idea de "arrojarme a la alambrada". Más tarde, la deseché ya que mi número, tarde o temprano, sería tachado de la lista de presos.
El autoabandono era lo que llevaba a la mayoría de los presos a la muerte. Yo me limité a "salvar el pellejo", intenté no sucumbir al delirio y superé los numerosos decaimientos de ánimo gracias a mi amigo Benscher, que fue mi gran apoyo.


5. Si para usted tiene sentido la vida, ¿lo tiene la muerte?
El campo de concentración fue mi real prueba de madurez. No estuve obligado a presentarme - hubiese podido escapar de ello y emigrar a tiempo a Norteamérica. Hubiese podido desarrollar la logoterapia en América, pudiendo cumplir con la misión de mi vida, pero no lo hice. Y así llegué a Auschwitz. También mi vida pudo quedar desbaratada en cualquier rincón de cualquier campo, pero aun así supondría un buen salario existencial como recompensa del cumplimiento de los deberes de hijo. Me gusta contar la historia de Janusz Korczak, el doctor polaco que dirigía un orfanato en Varsovia. Korczak no es muy conocido, aunque está representado en una conmovedora estatua en Yad Vashem, en Jerusalén. En 1942 deportaron a sus huérfanos al campo de Treblinka, y a Korczak le ofrecieron la opción de quedarse. Desestimó la oferta y subió al tren que los deportaba, con dos pequeños huérfanos en sus brazos mientras les contaba historias alegres. Lo mataron por solidaridad con los huérfanos. En este caso, ese gran hombre no sobrevivió a causa de su sentido de la vida, murió por él. Otros héroes reales fueron asesinados por defender a un compañero, o por ocupar el lugar de otro recurso en la fila, o por negarse a cumplir una orden de las SS para agredir a otra persona, o por dar un trozo de pan a un niño hambriento. En cualquier caso, los prisioneros lo sabían muy bien: los mejores de entre nosotros no regresaron de los campos. Por eso, preferí emplear la poca fuerza que me quedaba en asistir a enfermos de tifus y morir por ellos en vez de vegetar o perder la vida en un trabajo inútil e improductivo como ayudar en esa guerra sin sentido. Por tanto, si tenía que morir, quería darle un sentido a esa muerte ayudando a los demás a través de mis conocimientos médicos.

Nº 119.104


Mi nombre es Viktor Emil Frankl. Mi vida comenzó el 26 de marzo de 1905 en Viena. Me casé con Tilly en 1941, durante aquella época mi vida personal estaba completa ya que también terminé con éxito mis estudios en psiquiatría y neurología. Un tiempo después, los alemanes comenzaron a encarcelar judíos. Mi familia era judía. Mi hermana logró escapar, pero en cambio mi hermano fue capturado. Él y su familia no salieron de Aushwitz.
Tuve que tomar, en ese momento, una de las mayores decisiones de mi vida, o escapar a Estados Unidos ya que poseía la documentación necesaria, y allí comenzar a ejercer mi profesión y progresar en mis teorías, o quedarme junto a mis padres en Viena, que fue la que elegí. Cambie mi destino, pero nunca me he arrepentido de ello.
Nos detuvieron a todos, separándonos por sexos. Mi padre murió desnutrido a causa de un endema pulmonar, junto a mi, mientras permanecíamos en el campo de Theresienstadt.
A partir de entonces, estaba solo. El manuscrito en el que había plasmado mis avances era todo lo que tenía, lo intenté ocultar y esconder tanto como pude. Al llegar a Aushwitz me lo arrebataron junto con mi ropa. A cambio, me dieron un uniforme de rayas y un número.
Soy el prisionero nº119.104. Mi otra vida comienza en este momento.